22 de diciembre de 2009

¡FELIZ NAVIDAD!


La Navidad es una fiesta universalmente celebrada de maneras muy valiosas a lo largo de siglos.

Desde hace dos mil años, se celebra el nacimiento de Jesús. Hay que reconocer que es una fiesta extendida por todo el mundo. Incluso, entre naciones que apenas conocen el cristianismo. Durante cientos de años, los hombres han sido muy creativos a la hora de representar la Navidad. Algunas de esas representaciones son por si mismas un bien para la Humanidad. No quiero aburrir a quién tenga la paciencia de empezar a leer estas líneas: solo citaré una joya, La Sagrada Familia de Gaudí. Pero, podemos hacer memoria de cualquier obra de arte que aborde este tema (pintura, escultura, edificio, libro, música, película de cine...) o de tantas costumbres populares o gastronómicas ligadas a estas fechas. Hoy día, también podemos ver plasmada la Navidad en la radio, en la TV o, más recientemente, en Internet.

La televisión recogerá en parte los valores propios de la Navidad.

El eco de aquel suceso histórico de Belén se mantiene desde hace mucho tiempo y llega a muchas gentes de innumerables formas; algunas muy meritorias. Las televisiones serán también transmisoras de ese eco: la programación tendrá un tono familiar, los presentadores y los protagonistas de las películas manifestarán sus mejores deseos y sentimientos, habrá una sensibilidad especial hacia los problemas y el sufrimiento de los demás, una predisposición a compartir, a hacernos regalos (o a pedírselos a los Reyes Magos o a San Nicolás). Nos desearemos paz (volveremos a aborrecer las guerras), reinará un clima de alegría e ilusión, renacerá la esperanza en un mundo mejor. Se pensará en que es posible la salvación del hombre y la superación de los peores males. Quizás, habrá dolor cuando recordemos a los familiares y amigos que ya no están en este mundo. Puede que suframos un poco más de lo ordinario delante de los telediarios, cuando nos informen de catástrofes y de dramas. Creo que a una mayoría nos parecerán inexplicables las matanzas, muy especialmente, las de los inocentes. Quizás, muchos recordaremos a los Santos Inocentes que un gobernante asesinó en Belén –probablemente, conforme a los usos y leyes de su país y de la época- y a los inocentes de nuestros días a los que se les quita su vida en el vientre de su madre. En este caso, ni siquiera sus padres se resisten o lloran su pérdida (por lo menos, al principio). Pronto, nos marcaremos propósitos de ser mejores para el próximo año, de renovarnos, como si quisiéramos borrar lo malo con el año viejo y nacer a una vida nueva. Incluso, parece que la naturaleza se volviera distinta en Navidad: hablamos de paisajes navideños, de árboles de Navidad y llenamos de animalitos los portales de Belén, los escaparates y las luces de las calles. Hasta los astros del cielo iluminan el cuadro con luces, estrellas y cometas. Todo esto lo veremos de un modo u otro en la televisión.

Contra toda esperanza, la Navidad es también la fiesta en la que es posible que lo más insignificante, pobre y pequeño alcance unas cotas de importancia y transcendencia inimaginables para el bien de todos los hombres. La TV nos servirá como medio de comunicación de este alegre mensaje navideño. Habrá que estar atentos para percibirlo: el eco de la primera Navidad es incesante –¡como que resuena después de dos milenios!- pero no es ruidoso. Quizás, no nos llegue bien debido a cierta contaminación de sentimentalismos, de expresiones bienintencionadas pero de dudoso gusto o veracidad, de superficialidades, de banalidades, envueltas de consumismo; todo esto acompañado de mensajes vacíos o de actitudes egoístas... Sin embargo, en el fondo, todavía quizás sea posible que la noticia de aquel nacimiento en Belén consiga abrirse paso y que cambie al mundo y a nosotros mismos.

Agradecimientos.

La Navidad tiene un significado religioso para millones de personas de todo el Mundo. En España, serán varias las cadenas que retransmitirán, entre otros acontecimientos, la Misa del Gallo, la Bendición Orbi et orbe (25 de diciembre) y la Bendición de Año Nuevo. Es algo que nos gustaría agradecer a las cadenas que son sensibles a esta realidad. Sobre todo queremos destacar a: La 2, Popular Televisión e Intereconomía. Por otra parte, centenares de cadenas de televisión de los cinco continentes harán lo mismo.

En otro orden de cosas, pero sin irnos demasiado lejos. Queremos animar a las cadenas de televisión a que den cabida a la música. El Concierto de Año Nuevo de Viena es un ejemplo. Seguramente, habrá otras ocasiones de escuchar música de calidad o, por lo menos, villancicos, que también son música.

También por Navidad, dejaremos un poco olvidadas las divisiones políticas y se podrá escuchar en todos los países un mensaje del primer mandatario de cada nación. En el caso de España, veremos al Rey. De alguna manera, el rey de una nación no deja de ser una especie de cabeza de familia, de esa familia grande que es la patria. Y, la Navidad es una fiesta de familia.

Nos encanta reconocer a las cadenas de televisión el intento de alegrar estos días con programaciones especiales; esperemos que todas alcancen un nivel de calidad; pero independientemente del acierto: gracias a las profesionales de buena voluntad que buscan con buena intención la manera de que estas semanas sean alegres y abiertas a la esperanza.

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