La telebasura es el resultado de la producción de una televisión de ínfima calidad combinada con una audiencia poco exigente. La telebasura busca resultados rápidos con poca sutilidad: recurre al chiste fácil o apela a la curiosidad morbosa de la vida ajena, para poner algunos ejemplos. Pero tenemos que hablar también de los telespectadores: los telespectadores aceptan este tipo de televisión con su fidelidad. Si no tuvieran éxito, estos programas no funcionarían.
Lo que sucede es que la audiencia progresivamente se vuelve cada vez menos sensible a la calidad de los productos que visiona. Si se entretiente, es suficiente. Su preocupación no va muy lejos: “Me río, me divierto, me olvido de la jornada de cada día: pues con esto ya tengo suficiente”.
Desde las asociaciones de telespectadores, como TAC -o ATEA-, se apela a que los telespectadores sean más críticos, más preocupados por valores como la calidad de los programas, la elegancia de las teleseries, la creatividad de las películas, la veracidad de los informativos…
Desde las asociaciones, se aspira a un tipo de telespectador que procure -a todos nos cuesta- visionar los contenidos televisivos con espíritu exigente, constructivo y, a la vez, inteligente. Aspira a que las familias no se conformen con la telebasura y luchen por una televisión mejor. Que los profesionales de los medios sean respetuosos con los telespectadores y, en vez de ofrecer una dieta de programas morbosos, enfermizos, procuren una dieta de programas bien equilibrada con todos los matices, valores, vitaminas y elementos que sean necesarios. Seguir leyendo.
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