Tomas Moro fue un gran hombre en un mal siglo. O quizás un gran hombre en una mala situación, en una encrucijada. Dicen que para alcanzar el éxito, hay que estar en el sitio justo en el momento apropiado. Eso claro está para lo inmediato, porque con visión histórica, el recuerdo de Tomas Moro todavía pervive, gracias en gran medida a su “fracaso”. Se ve que en esta vida casi todo es relativo o mas bien que todo depende del cristal con que se mire. En cualquier caso, le tocó vivir, convivir, gobernar con un loco egregio, henchido de vanidad, de soberbia que arrastró a muchos al cadalso por negarse a seguir sus dictámenes. Yo soy el Rey, yo soy la verdad, yo soy el Estado.
Mucho habría que decir de la historia, de la situación y de los personajes; pero no es el caso. Para la ocasión, me quedaré solo con el consejo que dio a su sustituto en la Secretaria de Estado Tomas Cromwell; “aconseja al rey que haga no lo que puede sino lo que debe”.
Maquiavelo fue otro personaje famoso. Su cinismo ha quedado recogido para la historia con la traslación de su apellido al lenguaje común. Maquiavelismo es la palabra que usamos para definir los planteamientos retorcidos, cínicos, desesperanzados, faltos de confianza a fin de cuentas en la naturaleza del ser humano. A Maquiavelo se debe la frase de “el fin justifica los medios”, principio recogido posteriormente por el marxismo, y principio, que, sin ir mas lejos sustentaba la puesta en marcha de los GAL. Por otra parte, principio siempre próximo y una debilidad humana permanente.
No se porqué, asistiendo al espectáculo televisivo me vienen a la cabeza ambos personajes. Y es que la Televisión hace realmente lo que le da la gana, lo que le parece, no lo que debe; campea a sus anchas sin ninguna cortapisa, corre como caballo desbocado sin riendas y sin límite.
En estos tiempos de marxismo agotado, donde el libre mercado ya no se discute, la televisión en sus contenidos ejerce un capitalismo salvaje, el único que quizás quede en la sociedad. Tal como funciona, no tiene que dar porte de la calidad de sus productos, se desentiende de la función social inherente a su razón de ser, de la educación de los ciudadanos. Todas estas cuestiones las deja a la responsabilidad de las familias y el estado. La televisión puede deseducar, deformar y no pasa nada. Ha conseguido realmente salirse del sistema, superarlo. Envase Vd mermelada, fabrique farolas y tendrá que superar varios controles, describir la composición, hacer advertencias sobre su uso o consumo. Haga Vd. Televisión y no se preocupe de más. Dirán algunos que ya existe un horario de protección al menor, un pacto de Autocontrol, ¿Dónde fue a parar? pero habría que preguntarse, ¿es que los reality show que se programan en horario propio de la infancia suponen una efectiva protección al menor? ¿Es que programas como El Diario de Patricia, salvame y parecidos, cumplen alguna función social, sirven a la sociedad, educan? ¿O mas bien son programas que –sobre todo a los mas jóvenes- les llevan a considerar normales comportamientos zafios, horteras, raros, o escabrosos en la mayoría de los casos?. ¿Es que a nadie le preocupa la educación cívica de los ciudadanos la urbanidad, el buen gusto, el uso correcto del lenguaje? ¿Es que da igual el amarillismo, los juicios paralelos, los mensajes acríticos y acientificos, el sensacionalismo, la demagogia, la horterada zafia y vulgar?. ¿Es que todo da lo mismo? ¿Es que el fin –la captación de audiencia, el aumentar un punto del share-, justifica los medios, cualquier tipo de medio?.
En muchos programas, la televisión vomita basura. Telebasura, que no es mas que cultura basura que corre el peligro de generar “ciudadanos basura”, ciudadanos de segunda clase, convertidos en una lacra social, en personajes improductivos, que generan un coste social importante que recae sobre las espaldas del resto. Telebasura además, que por la vía del acostumbramiento corre el peligro de insensibilizarnos, de anestesiarnos. Así, la Telebasura se permite transitar en ocasiones con sonrisa complacida delante de nuestras narices, sin saber ni siquiera calibrar lo que nos jugamos en el envite. Sencillamente nos distrae su originalidad, su aspecto trasgresor, su ausencia de límites. No nos importa su zafiedad, su cinismo, su repercusión social, su horrible mal gusto, su horterada.
Y todo esto no es una apreciación gratuita, todo esto tiene esos peligros, todo esto puede ser así por las peculiaridades del medio, El medio, -la televisión-, es fundamentalmente sensorial, emotivo, dirigido a los sentidos, a la parte mas manipulable de la naturaleza humana. Y los sentidos, -la emotividad- anestesian a la inteligencia y la voluntad, las deja sin recursos. Y todo esto puede ser así porque la televisión influye en las conductas, en las pautas de comportamiento, porque la televisión imparte modelos, marca la agenda de la sociedad, las tendencias.
La realidad “real” hoy día es compartida por esa otra “realidad virtual”. Parte de la “realidad” que existía cuando no había televisión, se ha trasladado a la realidad virtual de la televisión. Y como tal “realidad” tiene un gran poder de persuasión, de imitación, de prescripción. Ya lo dijo Mac Luhan “El medio es el mensaje”, para después, en una reflexión mas profunda añadir que el “medio es el masaje”. La televisión puede ser muchas cosas, pero desde luego no es un medio inocuo, indiferente, aséptico. La Televisión marca los usos, las modas, los conceptos, las costumbres, las maneras de pensar. En una palabra; influye.
Había que hablar de Telebasura. Y siempre que lo hago lo lamento. Cada vez me cuesta mas hablar de este tema. Quizás pueda ser hasta un error porque posiblemente cuanto mas se hable de telebasura mas se verá la telebasura; pero por otra parte, es imposible, para intentar mejorar el fenómeno no hablar de el.
Lo que realmente me gusta, y nos gusta a las Asociaciones de Telespectadores, es hablar de televisión de calidad. Televisión de calidad promocionada por las cadenas de televisión; cadenas que dejen de mirar a los ciudadanos solo como audiencia, como objetos de cuota de mercado a cualquier precio. Da la impresión de que para algunas cadenas, no somos consumidores, no somos usuarios, no somos ni siquiera público que se merece un respeto, somos solo audiencia, puntos del share, ciudadanos objeto. Televisión llevada a cabo por profesionales que no acudan al recurso fácil de acudir a lo morboso, a lo zafio, a lo hortera para ganar cuota mientras conducen a este país a las cloacas. Nos gustaría hablar de profesionales creativos, de cadenas de televisión, que sean capaces de combinar buen gusto, obras de calidad y generar audiencias. Que pongan sus esfuerzos en poner en escena obras bellas, con altura de miras, que eleven, que tiren hacia arriba de este país y que no lo hundan en la miseria intelectual y moral que escupen algunos programas. No queremos admitir que la situación actual de la televisión se deba a la falta de creatividad de los profesionales del medio, a su incapacidad. Estamos seguros que sobran talentos que sobran recursos para hacer una televisión digna, respetuosa con la dignidad del ser humano, comprometida con la función social que le es inherente.
Y nos gustaría tambien, que el Universo educativo incorpore de manera plena la comprensión, el entendimiento del lenguaje audiovisual. Esta es su época. Reclama su puesto en la sociedad con la misma categoría que el lenguaje oral y escrito. Es el lenguaje del siglo, tiene sus reglas; comprenderlo, apre-enderlo, requiere estudio. Nos va mucho en ello.
En línea con lo anterior, Las Asociaciones de Telespectadores hemos puesto en marcha un ”Manifiesto sobre la Televisión” y en ATEA una “Plataforma por una Televisión de Calidad” en ambos se recogen nuestras exigencias de una televisión de calidad, respetuosa con el ser humano, al que debe servir; rechazamos, en palabras del Manifiesto, “el tráfico con material sensible de la persona humana”, el que “la comunicación humana y la cultura no se conviertan en una simple mercancía sometida al único control de las leyes del mercado”, reclamamos la urgencia de constituir los Consejos Audiovisuales, la constitución de mecanismos de Autorregulación, la independencia e imparcialidad política, el cumplimiento de la ley el “derecho de los niños a una programación propia”, “la introducción decidida del estudio de los media en las escuelas”, programas de televisión que “enseñen a ver televisión” dotar a las familias de “filtros, horarios, señales.
Por otra parte en ATEA, en línea con lo anterior, hemos desarrollado una “Carta de Derechos de los Telespectadores” donde recogemos el derecho de los telespectadores a contar con una televisión de calidad, que emita una información amplia, veraz y objetiva; el derecho a asociarse y a manifestar su opinión, a formar parte de los Consejos Audiovisuales, a recibir una programación respetuosa con los derechos fundamentales de la persona como el honor, la intimidad y la presunción de inocencia, a recibir una programación que evite los juicios paralelos, el amarillismo, el sensacionalismo, la demagogia, el morbo y el escándalo como mecanismos de atracción de la audiencia, respetuosa con la infancia y la juventud, con la igualdad y la dignidad de la mujer, con la intimidad personal y familiar y en definitiva derecho a recibir una información/programación/publicidad congruente y respetuosa con los valores que sustentan la sociedad occidental como el respeto a los demás, el sentido de la justicia, el valor de la responsabilidad y del esfuerzo, la solidaridad, el buen uso de la libertad.
Con estas actuaciones, esperamos colaborar, en la medida de nuestras posibilidades a mejorar el ámbito televisivo, a conseguir la televisión que en verdad queremos los ciudadanos, no la televisión que ha veces vemos.
Sometemos tanto el Manifiesto como la Carta a la sociedad, le pedimos su adhesión que nos pueden remitir por el conducto que consideren, bien por correo electrónico a nuestra dirección info@atea.tv o bien por carta a nuestra dirección en Sevilla, c/Gravina 13/15, casa 2, 2ºB, 41001, o bien por fax al nº 95 4217344. Manuel Fidalgo Yebra.
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