Uno de los títulos más sorprendentes de estos meses llega directamente desde Japón. Ni No Kuni es una aventura de rol tradicional pero única. Sin ir más lejos, es la obra cumbre de dos estudios con mucha reputación por aquellas tierras. Por un lado, los conocidos chicos de Level-5, padres de Layton o Inazuma Eleven. Por otro, el Studio Ghibli, creadores de El Viaje de Chihiro o la Princesa Mononoke, por poner algunos ejemplos.
Lo mejor de Ni no Kuni: la ira de la bruja blanca no es su desarrollo, ni su sistema jugable, ni tan siquiera su apartado gráfico, sino su historia y todo lo que transmite. No pretendemos desvelar demasiados interrogantes, pero la de Oliver es una historia profunda y de superación como pocas. Todo comienza cuando nuestro héroe, un joven de 13 años, sufre un accidente y cae a un río. Todo parece quedar en un susto porque su madre le salva. Sin embargo, la vida le tiene preparado un doloroso revés, porque poco después esta muere de un infarto.
Culpable, dolorido y sin salida, el joven Oliver se encierra en su habitación con el único consuelo de abrazar a Drippy, el peluche que le regaló su madre de pequeño. Sin embargo, las lágrimas de Oliver causarán un efecto único en el peluche. Este cobrará vida y, tras contarle que es un Maestre de los Duendes, le pedirá a Oliver que le acompañe para salvar su mundo del malvado Shadar, un mago que ha secuestrado la alegría y el amor de todos los habitantes de Ni No Kuni... Contraste.
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