Acabo de tomarme un café con unos amigos. Y, les he hablado de mi afición por la televisión. Uno de los contertulios decía que el cine era el séptimo arte, pero la televisión, según él, no merecía ser calificada como tal. En ella, caben las películas. Incluso, la industria llama a la televisión la pequeña pantalla, pero el cine es la gran pantalla. Las series o las películas rodadas expresamente para la televisión, en principio, son de distinta calidad. Igualmente, los actores consagrados trabajan para el cine y los otros se denominan actores de televisión. La charla se iba animando con unos dulces que llegaron después.
Otro, en una línea parecida, espeta la siguiente opinión: la información de calidad se obtiene en los periódicos. La prensa escrita cuenta con: editoriales, artículos de fondo, análisis, reportajes, reflexión...Sin embargo, el telediario a menudo se queda en noticias banales.
De repente, al fin y al cabo la televisión está muy relacionada con el espectáculo, la conversación gira hacia este mundo. Dice un amigo: no es igual asistir en directo a un concierto de Año Nuevo en Viena que verlo por televisión. Quién dice un concierto de música clásica, podría decir que tampoco se disfruta de una corrida de toros en el sillón de casa como en la Maestranza (aunque sea más incómodo el asiento). Puede que movido por este recuerdo, saca un habano y comienza a prepararlo para fumárselo. Todos callamos mientras que observamos la ceremonia del encendido del puro (hay que reconocer que dicho proceso no se ve igual en la tele que en vivo).
Hasta que volvemos a retomar la conversación: pues, con el deporte sucede igual, mucho más gratificante resulta acudir físicamente a un campo de fútbol...Se enumeran más ejemplos. Hasta uno de nosotros, cambia de tercio, y sentencia que en la televisión nunca se verán igual los cuadros que en las salas de los museos, que ninguna fotografía supera al original.
En definitiva, la televisión parece un esparcimiento y un medio de comunicación destinado a un gran público; quizás por ello, generalice y sea algo superficial. Por otra parte, el telespectador no puede vivir igual una retrasmisión, que si asistiera físicamente al lugar donde se producen los hechos realmente. Sin embargo, la televisión nos acerca a sitios donde no podemos ir o que –desgraciadamente- no conoceríamos de otra forma. La televisión nos estimula la curiosidad para buscar información en los libros o por otros medios. Finalmente, a algunos nos pareció que esto también es un arte y que los buenos profesionales que trabajan en este medio, por tanto, pueden llamarse artistas. Por si alguno piensa mal, la tertulia se acompañó con café y de pasteles. No hubo copas. Pedro Seco Varón

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