En muchas ocasiones, la televisión no pasa de una mera evasión o de un instrumento al servicio del consumismo. Quizás, esto se deba, en parte, a que las empresas de la comunicación se organicen –a menudo- en función del máximo beneficio y de la competencia del mercado. Esta estrategia contribuye a la difusión de un estilo de vida individualista, que promueve la disgregación de la vida familiar y, por tanto, del tejido social.
La sociedad es una familia formada por familias. Necesitamos una televisión que tenga muy presente que su programación debe ayudar a que sea sencillo conciliar el descanso de toda la familia. El rato dedicado a ver la televisión, en no pocas ocasiones, condiciona las decisiones sobre los planes de ocio de la familia; influye en las relaciones entre los cónyuges y entre padres e hijos. Por ilustrar mejor estas reflexiones podríamos poner algún ejemplo, como la ampliación de los horarios en los que los contenidos sean para todos los públicos. Resulta chocante que se emita una magnífica película a las dos de la madrugada y, el día antes en la sobremesa, nos hayamos visto obligados a prescindir de la televisión, porque no encontrábamos un contenido apropiado para todos los miembros de la familia.
Otros ejemplos salen, semanalmente, en las viñetas que dibuja para este blog un querido colaborador. Entre sus temas mejor tratados están los referidos a la telebasura.
Normalmente, lo que a todos gusta es una televisión divertida y entretenida, que no pierda de vista su papel de servicio público y que promueva valores, que oriente hacia lo que está Bien. Los medios audiovisuales pueden ser de gran ayuda en la difusión de la cultura y de comportamientos solidarios. La televisión puede ser altavoz de ideas que ayuden a que exista una familia unida y bien integrada en la sociedad.
En efecto, vivimos inmersos en una cultura de la fama y a menudo se alienta a los jóvenes a modelarse según las figuras del mundo del deporte o del entretenimiento. Pero, realmente, existen también otros ejemplos para respetar, para admirar o a los que aspirar. Verdaderamente, aparecen personajes edificantes en la televisión pero deberían de ser más y situados en los lugares privilegiados; cuando los medios de comunicación se hacen eco de éstos, de sus vivencias y de sus quehaceres, además de ayudar a descansar a toda la familia, educan, informan, fomentan la cultura y se convierte en acompañantes imprescindibles cualquier día de fiesta.
Y, es que la televisión puede ser una fiesta. Como poco, un elemento festivo para que las personas disfruten o pasen un rato felices, mejor en familia si es posible. Pedro Seco Varón.

1 comentario :
Haber si se enteran los progamadores y tienen más en cuenta a las familias NORMALES y CORRIENTES...
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