El último superviviente

Sus aventuras se pueden ver en Discovery Chanel; ahora también en la Cuatro, que emitirá en abierto la 4ª temporada. El protagonista de la serie se llama Bear Grylls. Junto con un equipo de tres personas (que detrás de la cámara lo acompañan) tienen que salir de parajes inhóspitos. Lo que constituye todo una aventura de supervivencia. En efecto, los lugares son tan remotos que hasta llegar a ellos conlleva un riesgo. Así, el comienzo del programa consiste en situarse en el recóndito paisaje, normalmente, mediante un salto en paracaídas o descendiendo por una cuerda desde un helicóptero. ¡Muchas veces, ni siquiera es posible el aterrizaje de estos aparatos! Por citar algunos de los escenarios por donde se ha movido Bear, mencionaremos la Patagonia, los pantanos del Sur de EE.UU, Siberia, una isla desierta en el Pacífico, la selva tropical, la sabana africana, las Rocosas, un volcán en Guatemala, los desiertos del Suroeste de EE.UU, el norte de Escocia, el interior de Australia, los bosques de Rumanía, los Alpes...

Las peripecias de Bear por encontrar comida, agua y refugio, mientras recorre una ruta que le conduzca a la civilización, conforman el argumento de cada programa. Todo viene envuelto en un ambiente de realismo. El equipo de supervivencia es muy básico: un cuchillo, pedernal, alguna cuerda ocasionalmente y poco más. Por tanto, Bear Grylls debe aprovechar cualquier recurso que le brinda la naturaleza y sobre todo el ingenio para sobrevivir. 

En efecto, las artimañas para cazar o pescar son muy hábiles. También merecen la atención la inteligencia con que Grylls construye o busca los refugios para resguardarse del frío, de la lluvia, del sol, de las fieras o de los insectos. Las escaladas por los riscos o el cruce de los ríos para seguir la ruta que le devolverá a su casa son espectaculares. No en vano, Bear es un gran alpinista con 23 años escaló el Everest (el británico más joven que ha conseguido esta hazaña). El escenario, necesariamente, ofrece la oportunidad de contemplar paisajes muy bellos y, esporádicamente, a algún ejemplar de la fauna salvaje del lugar. 

Bear Grylls es un protagonista simpático -por descontado, que ya cuenta con una legión de admiradores-. Entre otras virtudes, resultan admirables su optimismo, su capacidad de sacrificio, su destreza, su determinación y su serenidad. A mí me conmueve cuando, en los peores momentos, se apoya en el recuerdo de su mujer y de sus hijos. 

El programa recuerda a las técnicas de supervivencia de los comandos especiales; algo que no extraña porque Bear fue paracaidista del Ejército Británico. La experiencia del protagonista como escalador también está muy presente en las subidas por grietas y montañas. En otras ocasiones, las historias evocan a las odiseas de un explorador o a la precaria forma de vida de los indígenas. Pero también recuerdan a las penalidades de éstos o a las de los náufragos o a los de viajeros perdidos o accidentados que deben comer o beber cosas repugnantes para mantenerse con vida. 

Llegados a este punto, hay escenas que resultan desagradables. Si bien es cierto que las historias de supervivientes cuentan experiencias horribles, esto no justifica que para realizar el programa el protagonista tenga que pasar por este mal trago. Todos sabemos las cosas que el hombre puede comerse en casos angustiosos de hambre, no consideramos necesario que el protagonista llegue a tantos extremos.

En fin, otro rasgo que inquieta es lo peligroso de algunas acciones. Aunque al comienzo del programa y en las entrevistas que conceden sus protagonistas se advierte de que hay trucos de cámara y una preparación, la puesta en escena es tan real que espero que ningún admirador de la serie se aventure a imitar a Bear Grylls en sus actuaciones más temerarias y crea, por ejemplo, que se puede saltar con una cuerda artesanal por un precipicio y salir vivo fácilmente.

Pedro Seco Varón