Los informativos se ocupan ampliamente de la erupción del volcán islandés. La forma cómo abordan este suceso está siendo impecable. El despliegue de medios técnicos, pero sobre todo el bien hacer de los enviados especiales y de los redactores, merecen nuestro reconocimiento. Los distintos enfoques del tema se desarrollan ordenadamente día tras día. Así, se presta atención a los millones de viajeros y decenas de aeropuertos afectados, a las condiciones meteorológicas, a las consecuencias económicas y, cómo no, a las medidas que nuestros gobernantes van tomando, fundamentalmente, en lo relativo a paliar la crisis.
En definitiva, aplaudimos la objetividad y la inteligencia de los periodistas encargados de cubrir esta noticia. Sin embargo, cabría preguntarse si la objetividad y la razón se impondrían, en el caso de que el humo ideológico se mezclara con el del volcán. Imaginemos, en primer lugar, que alguien soslayase cualquier debate sobre la causa de la erupción y responsabiliza, sin titubeos, de ésta a las actividades que el hombre realiza en la Tierra. Seguidamente, otro alguien convocara una cumbre internacional, presidida por todos los grandes líderes, en la que se dictaran nuevas normas para que el volcán callase pronto y que se mantuviera dormido, hasta nueva orden. Después, movimientos cívicos, esparcidos por numerosos países, organizarán protestas para que esas medidas se cumplan, o se amplíen más aún. Y, por descontado, esto último también sería noticia de primera plana.
Evidentemente, todo el mundo sabe que el hombre no puede construir una torre encima de un volcán para que no expulse cenizas, aunque se trate de un volcán pequeñito. No obstante, cuántas fantasías o medias verdades merecen un examen más racional. Pensemos en las falsas promesas que, con la mejor imagen, ocupan la atención de los medios de comunicación. Basten algunos ejemplos, en lugar de luchar para que no contaminemos, hay quién pretende impedir el cambio climático (a pesar de que todavía, la comunidad científica no sabe en qué sentido está modificándose hoy el clima). Otros, basándose en experimentos y en el sacrificio de seres humanos en estado embrionario, prometen eliminar la enfermedad del mundo. En esta línea biomédica, encontramos más quimeras, como la de la clonación para intentar burlar a la muerte. En efecto, una ola de irracionalidad barre a nuestra civilización occidental desde hace más de un siglo. La astronomía –una ciencia antiquísima, noble y de gran utilidad para el ser humano- invierte grandes sumas de dinero y horas en intentar descubrir y comunicarse con una presunta vida extraterrestre, en mundos a donde se llegaría después de volar millones de años a la velocidad de la luz. La lista de locuras que pretenden solemnemente salvar a la humanidad es larga. Muchos padres de la patria pretenden legislar con cuántas semanas un ser humano lo es, o en qué condiciones deja de tener dignidad para que merezca continuar viviendo. Otros parlamentos deciden en votación democrática qué es una familia, otros pretenden regular de tal modo la economía que sea imposible que vuelvan a ocurrir crisis, burbujas y corrupciones.
En fin, espero que el volcán deje su actividad pronto y no provoque más daños. También deseo que vuelva a la tranquilidad para que no se le vaya a ocurrir a alguien convocar una cumbre mundial para atajar el problema. Y, aunque el mundo marche, en muchos aspectos, por esta senda de irracionalidad, supongo que no se planteará tirar a alguna víctima vestida de blanco por el volcán, a modo de sacrificio, para apaciguarlo. Estas cosas ya la han hechos hombres en estado primitivo que desconocían la civilización. Normalmente, arrojaban a las personas que les molestaban, lo mismo a sus enemigos que a sus vecinos, a ver si el volcán se aplacaba y no los quemaba o para que el mar no se los tragara o el clima se portara benévolamente.
De todas formas, aunque el hombre ha sido engañado desde Adán hasta hoy, sin embargo, hay algo en él que le hace buscar la verdad. O, será que la verdad lo busca a él. Lo razonable es esperar que lo ideológico vaya decayendo y deje paso a lo verdadero, también esto lo esperamos en las noticias de los telediarios. Enhorabuena por las crónicas del volcán, a continuar así. Pedro Seco Varón.
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