Narra el intenso día a día de un comando especializado en desactivación de explosivos durante la guerra de Irak liderado por el sargento Thompson. Cuando éste fallece en el transcurso de una misión, la Unidad queda al mando del impredecible y temerario sargento James. El imprudente comportamiento de éste hará que sus dos subordinados, el sargento Sanborn y el especialista Eldridge, valoren seriamente el riesgo que corren en su trabajo y se planteen si realmente les merece la pena continuar. Cuando una misión rutinaria en una ciudad se convierta en una auténtica ratonera para James y sus hombres, la verdadera personalidad del sargento aflorará, haciendo que sus vidas cambien para siempre.
Sin estrellas —salvo Ralph Fiennes y Guy Pearce, que aparecen fugazmente—, y con un guión sencillo, sobrio y directo de Mark Boal (En el valle de Elah), Bigelow saca el máximo partido a unos buenos actores, con Jeremy Renner al frente. Para ello, despliega una puesta en escena meticulosa y medida, que mantiene en tensión al espectador, pues subraya con el montaje y la música las pequeñas intrigas que va generando la vigorosa planificación. Incluso le salen bien varios homenajes al spaghetti western, muy bien subrayados por la singular banda sonora de Marco Beltrami y Buck Sanders.
Sorprende la potencia dramática que logra la película con mínimos elementos narrativos, pues el filme elude cualquier tipo de análisis. Y es que a Bigelow sólo le interesa dejar constancia de la deshumanización que genera cualquier guerra, sobre todo por el desprecio a la dignidad humana. CINEMANET.
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