20 de octubre de 2010

¿Engancha la televisión?


¿Engancha la televisión?

En una época como la nuestra, donde la crisis y el elevado índice de paro invitan a la evasión y al “tiempo muerto”, es preciso detectar curiosos y significativos cambios en las conductas de los mayores y de los menores. Invito al lector a la consideración de lo que respondería ante el propio título de este artículo, antes de seguir con su lectura.

Es conocido por todos el misterioso magnetismo que transmite la pequeña pantalla, que obligará a orientar nuestros ojos en su búsqueda, con independencia del contenido que está ofreciendo en ese momento.

Para comprender el efecto ocasionado, habría que retroceder a la pura fisiología y centrarnos en uno de los autores considerados como el padre del Condicionamiento Clásico: Ivan Pavlov. Según él, poseemos como parte de nuestra herencia evolutiva la obligada capacidad de reaccionar visual ó auditivamente ante un estímulo nuevo y brusco. Esta capacidad, conocida como “respuesta de orientación”, nos permite situarnos ante algo que resulta sorpresivo en el entorno. Así, el cerebro mantiene en espera al organismo, atendiendo al contexto para dar la señal de “acción”.

En esta línea, existen estudios que demuestran que esa respuesta orientativa puede propiciarse gracias a trucos televisivos, como suponen los cortes, el zoom, y los ruidos sorprendentes. Lo que más capta la atención de la tele a nuestro cerebro no son los contenidos, sino las formas, sorprendiendo la cantidad de atención que puede demandar un video-clip, por ejemplo, en comparación con un noticiario.

Puede ahora, empezar el lector a comprender el efecto absorbente que llega a propiciar la televisión, incluso en situaciones el las que existe una interesante conversación de por medio, dando a entender a nuestro interlocutor que “aquello” que hay en la pantalla resulta más interesante que la conversación que deseamos mantener.

Por otra parte, habría que entrar en la definición de adicción, para ver si la tv y sus efectos son englobables dentro de ella. Se emplea dicho término para individuos que, con frecuencia, pasan más tiempo consumiendo una sustancia de aquel que en un principio se plantearon.

Además, se entiende que el consumo conlleva dejar de lado eventos sociales, familiares y ocupacionales, dándose intentos recurrentes por abandonar el consumo o disminuirlo.

Se acompañará, además, de síntomas de abstinencia, creándose un círculo vicioso que incita a repetir el consumo. Así, el “TV adicto” requiere pasar X horas del día consumiendo televisión, fenómeno que se da en el 10 % de la población (lo “normal” estadísticamente son 2 horas diarias), dejando de lado otros aspectos de su vida, por los que va perdiendo interés.

El problema se plantea, al igual que con las drogas, porque el organismo se habitúa, lográndose cada vez una menor satisfacción con el tiempo que se mira a la pantalla y sintiendo, por tanto, la necesidad de incrementarlo.

Considerando efectos a más largo plazo, es importante transmitir al lector los resultados hallados en numerosos estudios que han investigado sobre el tema. Así, se demostró que la televisión provoca menor estimulación mental que la lectura, además de claras dificultades para concentrarse después ver TV.

El efecto que la televisión provoca en el cuerpo es adormecedor, actuando como un tranquilizante y provocando somnolencia. También el índice de obesidad es relativamente mayor en los adictos televisivos. Alternativas más saludables, como practicar deporte o realizar entretenimientos con los que uno disfruta, ayudan a mejorar en nivel de atención y a recuperar la forma física.

La televisión, como casi todo, puede ser positiva siempre que seamos críticos ante la misma y la consumamos de forma moderada. Por eso debemos todos concienciarnos de hasta qué punto el consumo desmesurado puede estar interfiriendo en nuestro crecimiento personal, puede estar limitando aprender cosas nuevas o a relacionarnos con nuestro entorno e, incluso, poder estar disimulando, que no corrigiendo, patologías severas como la Fobia Social o la Depresión. En definitiva, ¿qué se puede esperar de una persona que se desconecta de la vida real y se sumerge prolongadamente en lo que se está mostrando en la pantalla?.

Tras estas líneas, retorno con el lector a la pregunta inicial: ¿engancha la tv?. Y procede ahora confrontar su opinión con los datos que le aportamos.

Para aquellos que hayan logrado concienciarse y también para aquellos que aún se lo plantean, propongo una serie de tareas que pueden contribuir a mejorar el propio conocimiento y el aprovechamiento del tiempo libre:

1. Registrar semanalmente, contabilizando las horas diarias, cuánto tiempo pasa frente a la tv. El reto es, posteriormente, ir disminuyéndolo. Recuerde que dicen las estadísticas que el tiempo medio “normal” son dos horas…. ¡y recuerde también que usted puede disminuir y plantear su propia meta!

2. Analice, en pocos minutos, qué programas ha visto y qué le aportaron: descanso, conocimiento, etc.

3. Elaborar un listado con actividades alternativas que le resultan divertidas: deporte, lectura, hobbies. ¿Ha pensado cuánto tiempo, en comparación con la tv, le dedica cada día o semana?

4. Plantéese cuánto tiempo escucha a personas a través de la pantalla y cuánto sin que ésta se encuentre de por medio. Recordemos que somos seres sociales ¿no es así?

5. Por último, recuerde, en caso de ver tv, ¿podría compatibilizarla con algunos retos como estar haciendo mientras ejercicio? (cinta o bicicleta estática, abdominales, etc).

Una vez se haya planteado estas metas y se encuentre trabajándolas, cuestiónese, cuantas veces necesite, ¿me engancha A MÍ la tv?, hasta que logre responder, con sinceridad y sin autoengaños, NO.

Ana Moreno Gómez. Psicóloga.
Manuel Álvarez Romero. Médico.
Centro Médico Psicosomático. Sevilla

1 comentario :

Paulus dijo...

Ahora, que soy más mayor, me doy cuenta del gran tiempo que he perdido viendo televisión, sobre todo deportes y series. Me arrepiento porque pienso que, en efecto, he sido un adicto, y no lo he sido más gracias a mis padres, que me insistían mucho en que buscara otras ocupaciones, y me ponían un límite a partir del cual me quitaban dinero de mi paga semanal. Nunca es demasiado tarde para rectificar, y mi venganza sobre los excesos de mi adolescencia es que ahora prácticamente no veo la tele. Apenas la pongo para ver algunos eventos deportivos que me interesan especialmente. Pienso que es especialmente dañino para las familias ver la tele durante las comidas, puesto que dificulta la comunicación.

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