La televisión en el móvil, el capítulo que me perdí visto en la web de la cadena, la serie que dejaron de emitir descargada ahora en el ordenador... Estas tres situaciones son algunas de las nuevas maneras de ejecutar la experiencia televisiva. Una experiencia que, hasta el momento, pasaba por sentarse ante la pantalla y someterse a las múltiples y variadas maniobras de la cadena para tenernos enganchados al sofá. Inacabables tandas de publicidad, algunas de hasta 20 minutos antes del desenlace de 4 minutos del capítulo o película; cambios continuos y no anunciados de ubicación de una serie en parrilla; priorización de contenidos de ínfima calidad en el prime-time, mientras se relega a la madrugada a productos más que dignos. Todas estas y otras circunstancias están llevando al público -por razones obvias al más joven- a desvincularse de este modelo arcaico, obsoleto y desconsiderado de entender la relación televisión-espectador.
A esa dolorosa -para la cadena- separación está ayudando, sin duda, el avance de las nuevas tecnologías. Pues cambiar la concepción del espacio y del tiempo que se tiene al ver televisión es la consecuencia directa de una ciencia aplicada a las telecomunicaciones. Por ejemplo, aunque ahora algunos móviles 3G soportan la recepción televisiva, la nueva generación TMP (televisión móvil personal, ya aplicada en Japón y Corea), ofrecerá una gama amplia de oferta en todo momento y lugar. Por otra parte, en Estados Unidos, el DVR (un grabador de vídeo digital) está haciendo temblar a las cadenas por su capacidad, entre otras cosas, de grabar la televisión saltándose los anuncios, o registrar una película desde el principio aunque su emisión haya empezado media hora antes.
Tampoco hay que obviar la televisión en la red. Muchos usuarios, hartos de las citadas malas prácticas televisivas, se compran sus series en ITunes, las visionan en webs especializadas o recurren a la descarga ilegal, pero eficaz. Todas estas señales deberían encender la luz de alarma en nuestras cadenas, que siguen ancladas en un modelo déspota y alejado de la realidad.
A esa dolorosa -para la cadena- separación está ayudando, sin duda, el avance de las nuevas tecnologías. Pues cambiar la concepción del espacio y del tiempo que se tiene al ver televisión es la consecuencia directa de una ciencia aplicada a las telecomunicaciones. Por ejemplo, aunque ahora algunos móviles 3G soportan la recepción televisiva, la nueva generación TMP (televisión móvil personal, ya aplicada en Japón y Corea), ofrecerá una gama amplia de oferta en todo momento y lugar. Por otra parte, en Estados Unidos, el DVR (un grabador de vídeo digital) está haciendo temblar a las cadenas por su capacidad, entre otras cosas, de grabar la televisión saltándose los anuncios, o registrar una película desde el principio aunque su emisión haya empezado media hora antes.
Tampoco hay que obviar la televisión en la red. Muchos usuarios, hartos de las citadas malas prácticas televisivas, se compran sus series en ITunes, las visionan en webs especializadas o recurren a la descarga ilegal, pero eficaz. Todas estas señales deberían encender la luz de alarma en nuestras cadenas, que siguen ancladas en un modelo déspota y alejado de la realidad.
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