Muy a menudo, los telespectadores pretendemos que la televisión facilite un rato de esparcimiento. Estos días, con el Mundial de Sudáfrica el entretenimiento está servido. El fútbol reúne muchos elementos para divertirnos. Efectivamente, descansaremos para, después, poder afrontar los problemas que padecemos con más fuerzas.
Como todos sabemos, el fútbol no se limitará a las retrasmisiones de los partidos. En efecto, llenará gran parte del tiempo de los telediarios y muchos y variados programas girarán en torno al tema futbolístico. Sin duda, se analizarán concienzudamente todos los aspectos posibles.
Al margen de lo puramente deportivo, es un fenómeno esperanzador ver a tantas naciones capaces de someterse a unas reglas de juego justas, para organizar un espectáculo tan complejo y atractivo. Quizás, sea posible extrapolar esta fórmula para trabajar en la solución de muchas injusticias. En efecto, entre esas mismas naciones, hay casos de personas desvalidas: enfermos que soportan la soledad o la falta de atención médica, pobres que están en la marginalidad social (esta semana, se publicaba que en nuestra región son 400.000 personas); por otra parte, se limita la libertad e incluso se persigue a la gente por sus convicciones religiosas o se impide la objeción de conciencia. En estos momentos, en pleno mundial de fútbol, también cabe la posibilidad de que nadie nos resulte indiferente.
Animamos a los telediarios a que continúen realizando su trabajo. Necesitamos diversiones como el fútbol. Nos alegra ver colaborar a tantas naciones. Es esperanzador comprobar cómo se puede trabajar, cuando se aceptan leyes justas universalmente (por lo menos, en el universo de la FIFA), ¿qué resultados se podrían alcanzar si quisiéramos asumir otro tipo de leyes que afectaran a los derechos humanos y a las verdades universales sobre la familia, sobre la educación, sobre el respeto a la vida del hombre o a su libertad? No lo sabemos. Pero nos parece que sería más fácil coordinarse para afrontar una crisis medioambiental o una recesión económica. Y, por qué no, los mundiales saldrían mejor todavía seguramente. En definitiva, somos un pueblo de hijos fieles a Roma, que desde hace más de dos mil años, conocemos la fórmula: Pan y circo. No queremos renunciar ni al pan, ni al circo (porque el circo ya no conlleva el sacrificio de seres humanos), solo queremos añadir justicia y un recuerdo a quienes lo pasan mal. Pedro Seco Varón.
1 comentario :
me ha gustado lo de Roma
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