De la mano del aclamado guionista de Los Soprano, Terence Winter, y del galardonado cineasta Martin Scorsese, llega Boardwalk Empire, una serie ambientada en la ciudad de Atlantic City en los tiempos de la Prohibición, momento histórico en el que la venta de alcohol se convirtió en un negocio ilegal por todo Estados Unidos. En 1900, un gigante político, fundado por los beneficios de las salas de juego, los bares y los burdeles, se afianzó firmemente. Durante los siguientes 70 años, Atlantic City estuvo dominada por una sociedad compuesta por políticos locales y peligrosos mafiosos. Esta increible alianza alcanzó su pleno esplendor con la figura de Enoch “Nucky” Johnson, el segundo de los tres jefes que dirigieron la maquinaria republicana que dominó la sociedad de la ciudad.
El mayor problema de Boardwalk Empire ha sido su ambición. No, eso no tiene por qué ser malo "de suyo". The Wire o Mad Men -desde esquinas complementarias- nacieron ambiciosas y nunca faltaron a su cita.
Pero, claro, las expectativas han jugado en su contra. Hasta el final del quinto capítulo, la serie no tiró por la borda el agobiante fardo de las expectativas. Antes la serie no era mala, ni mucho menos, pero le faltaba frescura, originalidad, vapor.
Por supuesto que el nivel de producción era apabullante, que la crudeza HBO (sangre y sexo sin contemplaciones) iba directa a la yugular... pero a Boardwalk Empire le faltaba alma. Y, por qué no decirlo, algo de ritmo.
DIAMANTES SERIE.
Esta sensación de estar viendo un catálogo de intenciones, un “producto” de calidad, elegante y sofisticado, realizado con mucha clase, profesionalidad y buen gusto, pero con un preocupante déficit de tensión y originalidad, no desapareció hasta el cuarto capítulo. Entonces el cielo se abrió. No hay escena ni personaje que no anide en su interior comentarios políticos sobre un periodo especialmente dramático de la historia americana, y sobre todo especialmente revelador de sus pulsiones culturales. Hay una obsesión por el detalle que, más allá de su barroquismo, acaba obteniendo su recompensa dramática, así como una visión del sexo y la violencia sin pudor (imposible en otros tiempos haber visto un desnudo frontal, femenino o masculino, en máxima audiencia televisiva) que se integra en el carácter exhibicionista de la serie. TO BE CONTINUED.

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