Si echamos un vistazo a telediarios nacionales o a otros de cualquier parte del mundo (hoy, algo posible gracias a la televisión por cable o por satélite), parece que la mayoría siguen el dictado de un orden del día. Efectivamente, las noticias son las mismas literalmente y discurren por una línea de opinión similar. A menudo, hasta las anécdotas más pintorescas se repiten y se interpretan idénticamente.
Ciertamente, los que comandan la opinión pública a nivel mundial apabullan con su organización, sus recursos y el dominio de sus políticas editoriales. Con toda seguridad, podemos decir que controlan la esfera mediática en casi todos los países.
Sin embargo, estos líderes de opinión no son los pilares que sostienen el edificio de la sociedad, aunque pueda parecerlo. Es decir, la familia, la cultura, la educación, la libertad, el respeto a la vida humana, el trabajo, los valores en general...continúan siendo los que posibilitan que las cosas funcionen; constituyen la fuerza vital que hace posible la existencia del hombre, por más que ciertas voces públicas certifiquen diariamente su anacronismo o su partida de defunción.
En la historia, los principios y los acontecimientos más importantes para la vida del hombre se manifiestan casi siempre de forma discreta. No digamos sus inicios, a menudo insignificantes (como lo es el origen de cualquier vida). Evidentemente, no hubieran merecido un segundo en el telediario. Tampoco, tienen mucho que ver con los edictos de la moda, de la tendencia o de la opinión dominante en su época, que incapaces de descubrir sus posibilidades, solo se fijan en estos valores para despreciarlos por su sencillez y su poder minúsculo.
No obstante, las cosas pequeñas y corrientes de los hombres pueden esconder un gran potencial. Algo útil, de suma importancia y que en el fondo todos esperamos. Para buscarlo o desarrollarlo, no contemos con demasiada ayuda de la opinión pública actual. Tendremos que descubrirlo nosotros mismos por otro camino. Pedro Seco Varón.
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